Hace no mucho tiempo, actualicé a Maida, un personaje que inventé hace varios años para una revista desaparecida, Musas. Maida escribía una columna ahí, como tuvo éxito entre quienes la conocieron, armé un blog, copié los textos, y de vez en cuando le escribo una nueva historia... La última vez que eso pasó fue no hace tanto, y en esa ocasión el título del artículo fue, coincidentemente, "El mapa de la vida"...
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Ahí se narraba que a la amiga de Maida, Cata, le pasaban cosas y ella estaba como paralizada... Entonces debía seguir para algún lado, pero no tenía cabeza para decidir, y Maida le decía que eso, no decidir, también era una decisión...y que la llevaría hacia algún destino.
El punto era que si uno visualiza la vida como un viaje en barco, sea como sea, uno tiene una ruta, un destino y probablemente algunas estaciones. La pregunta es, si uno no está cómodo ahí, cuál es el norte entonces, cómo sería mejor el viaje, y otros temas relacionados... pero no se podía elegir el no querer viajar.
El mapa ayuda para emplazar el dónde uno está y, dadas las diversas condiciones ambientales, cuál es el mejor camino para para llegar a buen puerto, pero sólo es útil si uno sabe cuál es ese buen destino... y cómo sortear o enfrentar dichas condiciones...
Entonces Maida le hacía preguntas a su amiga Cata para dilucidar dichas interrogantes... En algún punto, Maida se remite al principio de correspondencia "cómo es arriba es abajo", y a su extensión, "cómo es adentro es afuera"... Recordé eso y sentí que por ahí iba la cosa...
O sea, debía ver cómo estaban las cosas que me importan por dentro mío, y por fuera, y cuál era el nivel de correspondencia entre ambas.
O sea, debía ver cómo estaban las cosas que me importan por dentro mío, y por fuera, y cuál era el nivel de correspondencia entre ambas.
Recordé entonces que hace dos años conocí a alguien que me hizo ver que, por diversas razones, yo transitaba por aguas equivocadas. Es decir, yo wra como el patito feo, que estaba en la laguna que no le correspondía, o como Tarzán, o Nell en "Una mujer llamada Nell". Simplemente había avanzado, creyendo que era camino adecuado, por la senda que no era la mía... pero cuando me di cuenta... ¿Qué hacía? y ¿Cuál era mi camino entonces o cómo la encontraría? ¿Y aún era tiempo de iniciar por ahí, sin saber cuál era además, y a los 40?... Todas esas preguntas me paralizaron...
Cada vez que procuraba abordarlas un miedo inconmensurable me invadía...Y las quise evadir, pero se me fueron instalando en el alma sin remedio... No podía obviarlas, porque era como el conocimiento de los hombres de la Caverna de Platón cuando ya saben del mundo visible, no es algo que puedas pasar por alto. Pero sin las respuestas no era posible avanzar y yo no las tenía. Así que ahí estaba...como en un 1,2,3 momia es...
Es como cuando tienes un diagnóstico certero de algo feo y sin tratamiento conocido o que no sabes a qué especialista ir... Y lloré... y lloré... Lloré mucho, mucho tiempo, sin parar, sin saber cómo proseguir, perdida, a la deriva, sin ganas y sin esperanza.
Es como cuando tienes un diagnóstico certero de algo feo y sin tratamiento conocido o que no sabes a qué especialista ir... Y lloré... y lloré... Lloré mucho, mucho tiempo, sin parar, sin saber cómo proseguir, perdida, a la deriva, sin ganas y sin esperanza.
Entonces una amiga, que me vio, me dijo que ella, cuando estaba así, es decir con mucha confusión y pena, veía charlas TED... Para mí, hasta entonces, las charlas TED eran sobre física cuántica o estadísticas, pero no sobre encontrarse uno mismo, o cosas así. Mi amiga me dijo que sí habían, me nombró algunos temas emocionales... Y bueno comencé a verlas...
Vi conferencias sobre la tristeza, el sinsentido, sufrimiento y temas que me convocaban... y de apoco esos temas comenzaron a enlazarse con otros, como la intuición, la pasión, la identidad... Vi muchas conferencias de todo eso, hartas y muy buenas, y me ayudó.
Vi conferencias sobre la tristeza, el sinsentido, sufrimiento y temas que me convocaban... y de apoco esos temas comenzaron a enlazarse con otros, como la intuición, la pasión, la identidad... Vi muchas conferencias de todo eso, hartas y muy buenas, y me ayudó.
Descubrí que todos los oradores compartían que el éxito se entendía como tal cuando uno era feliz, y que eso nunca ocurría si no se acompañaba de realizar la pasión personal... que a veces llevarla a cabo no resultaba bien, y otras no llevarla a cabo, funcionaba de algún modo, aunque conformista... pero estar pleno nunca ocurría si no se abrazaba esas pasión.
¿Todos tenemos una? ¿Cuál es la mía? ¿Cómo la reconoceré? me preguntaba yo... Tenía un poco de claridad ahora... las preguntas... Pero era insuficiente, seguía estancada. Entonces las respuestas fueron llegando, despacio, con esas charlas TED, y otras conversaciones o lecturas o ideas de por aquí y por allá...
Todos los expertos decían que sí, que todos teníamos una pasión especial, que lo sabríamos intuitivamente, porque el corazón no se equivoca... Pero yo seguía sin poder encontrar la mía ¿sería muy tarde quizá? ¿Había desoído tanto a mi corazón que ya no me hablaba o yo había perdido la capacidad de comprenderlo? consideré en el algún minuto...
Hasta que, de a poco, la claridad fue llegando. Supe y comprendí que el ser humano se desarrollaba en su hacer, que ese hacer debía ser aquello que te mueve, al margen de si quieres o no, que es ese espacio tuyo, muy propio, donde de verdad sientes que eres completamente tú... No sabía qué era eso para mí, ni cómo buscarlo, pero de a poco, lo fui encontrando...
Hice el ejercicio de recordar donde fui feliz, cuando, por qué... Distinguí entre estar tranquila, o sea no tener estrés o preocupaciones y estar feliz porque algo me mueve el alma... No es lo mismo. Y descubrí que en mi caso, mi felicidad tenía que ver con palabras, con relatos, con historias. Fue mágico y raro constatarlo con tanta fuerza.
Siempre supe que me gustaba contar, que era buena para hablar, que me gusta que me cuenten cosas... Pero para mí era como que te guste respirar... Algo propio de todo el mundo, sin importancia por ende. Nunca eso para mí fue parte de algo a tomar en serio. Por eso nunca quise estudiar algo con letras, eran tan triviales o naturales o mi juicio, que no eran el norte.
Y estudié Arquitectura porque ahí convergían tantas historias, las del cliente, las del lugar, las de la ciencia... etc. y me encantaba que todo eso se materializara en algo útil, habitable y trascendente en el tiempo. Pero, si bien me sigue enamorando esa profesión, no me fue bien con la Arquitectura.
Por recovecos varios terminé Historia del Arte, que era una gran historia... llena de artistas, en general incomprendidos, yo quería contar esas vidas, lo logré en algunas universidades, y me gustó mucho. Pero yo quería escribirlas, masivamente, o sea en los medios, y ahí me exigían que fuera periodista... así que me convertí en una. (Y ayudó que tuviera un Máster en Edición, un par de becas en el extranjero y otras formaciones).
Pero con título en mando nadie quería pagar por historias de artistas, querían protocolos para las crisis, actualizaciones de website, RSE, difusión en medios, etc.... Y empecé a hacer eso, mucha gente quería esas labores, pero pocos estaban dispuestos a comprender las implicancias, darles el tiempo requerido, diferencias las partes y por supuesto, menos estaban dispuestos a pagarlas, así que las hice cada vez con menos ganas, y cada vez por menos plata...
Hasta que de algún modo dejé de hacerlo. Y me encontré sin saber qué hacer, literalmente, y además me endeudé hasta los tobillos y me paralicé y pasó lo que ya conté.
Hasta que de algún modo dejé de hacerlo. Y me encontré sin saber qué hacer, literalmente, y además me endeudé hasta los tobillos y me paralicé y pasó lo que ya conté.
Por casualidades varias comencé a hacer consultorías, como coaching, partíamos porque querían mejorar el website, pero al final siempre había cosas de la vida, de las emociones, que no estaban resueltas e impedían avanzar... y resulté ser muy buena ayudando a identificar los conflictos y a desenredar...
Una vez estuve a punto de entrar algo así como un Plan de Emprendimiento. La Entrevistadora me preguntó qué quería hacer yo, le dije algunas ideas, ningún proyecto desarrollado propiamente tal, pero le comenté que me importaba que de algún modo el hacer que uno desarrolla, toma mucho tiempo propio, gran parte de la vida, y que yo quería que valiera la pena, o sea que mi trabajo hiciera un bien a la humanidad. Le dije eso porque yo siempre he creído que sin ese elemento, en general, los proyectos o negocios no tienen buen destino.
Hablamos mucho rato ella y al final ella me dijo, "sabes, en todo lo que me dices veo que te interesa la trascendencia"... Y entonces supe que eso era verdad. Y era coherente con mi trayectoria profesional. Trabajé en el Servicio Nacional de Salud, dando clases en la Universidad y en la ONU.
Y mis artículos han sido sobre Arte, Botánica u otros o temas que de algún modo ayudan en algo. Y cuando no ha sido así, cuando he estado en ámbitos triviales sólo por el sueldo, no duro. Aunque quisiera quedarme, al final, no me resulta.Hay como algo superior a mí en eso. Algo de eso una vez lo escribí aquí.
Una vez estuve a punto de entrar algo así como un Plan de Emprendimiento. La Entrevistadora me preguntó qué quería hacer yo, le dije algunas ideas, ningún proyecto desarrollado propiamente tal, pero le comenté que me importaba que de algún modo el hacer que uno desarrolla, toma mucho tiempo propio, gran parte de la vida, y que yo quería que valiera la pena, o sea que mi trabajo hiciera un bien a la humanidad. Le dije eso porque yo siempre he creído que sin ese elemento, en general, los proyectos o negocios no tienen buen destino.
Hablamos mucho rato ella y al final ella me dijo, "sabes, en todo lo que me dices veo que te interesa la trascendencia"... Y entonces supe que eso era verdad. Y era coherente con mi trayectoria profesional. Trabajé en el Servicio Nacional de Salud, dando clases en la Universidad y en la ONU.
Y mis artículos han sido sobre Arte, Botánica u otros o temas que de algún modo ayudan en algo. Y cuando no ha sido así, cuando he estado en ámbitos triviales sólo por el sueldo, no duro. Aunque quisiera quedarme, al final, no me resulta.Hay como algo superior a mí en eso. Algo de eso una vez lo escribí aquí.
Y entonces, el 2013 apareció un hombre que me mostró que debía buscar mi propia laguna... Y como una serpiente que empieza a cambiar la piel, comencé a inventar varios proyectos que a mitad de camino se evidenciaban equivocados para mí y me dejaban sin ganas de proseguir... Hasta que el 2014 tuve la oportunidad de hacer (como alumna) un taller de cuentacuentos... Y, sin esperarlo y mágicamente, todo empezó a conectarse.
Adoré estar en el escenario. Me conecté con la yo chica, la que conoció el teatro sin saber si quiera la palabra, sólo actuando e inventando escenas y personajes con mis vecinas. Me acordé de cuando necesitaba escribir y contar igual que respirar. Sentí, como casi nunca, que hacía lo que debía hacer y que estaba donde debía estar.
Y sentí que podía reconocer ese estado maravilloso y que era el mío porque, con el tiempo, eso que me era natural empezó a alejarse... y estuve lejos muchas veces, y porque también, algunas pocas veces estuve cerca, en algunas ocasiones que entrevisté y vi cómo las personas de algún modo sentían que sus actos eran coherentes en algo macro y se iluminaban, en momentos que escuché a empresarias en consultorías y lo que yo les dije les abrió el mundo; ciertos escritos que hice; sesiones de docencia especiales que impartí en la Univ, etc. Y lo que aprendí haciendo todo eso y leyendo, yendo al cine, etc. Y organizando todas esas ideas de un modo que siempre fue poco convencional (una vez también escribí sobre eso, sobre ser rara, aquí).
Todo eso a veces fue muy lindo, y muy útil, pero era disgregado... Y cuando estuve en el escenario, todo se unió y se hizo potente y, en términos de hacer, me dio la sensación de plenitud.
Adoré estar en el escenario. Me conecté con la yo chica, la que conoció el teatro sin saber si quiera la palabra, sólo actuando e inventando escenas y personajes con mis vecinas. Me acordé de cuando necesitaba escribir y contar igual que respirar. Sentí, como casi nunca, que hacía lo que debía hacer y que estaba donde debía estar.
Y sentí que podía reconocer ese estado maravilloso y que era el mío porque, con el tiempo, eso que me era natural empezó a alejarse... y estuve lejos muchas veces, y porque también, algunas pocas veces estuve cerca, en algunas ocasiones que entrevisté y vi cómo las personas de algún modo sentían que sus actos eran coherentes en algo macro y se iluminaban, en momentos que escuché a empresarias en consultorías y lo que yo les dije les abrió el mundo; ciertos escritos que hice; sesiones de docencia especiales que impartí en la Univ, etc. Y lo que aprendí haciendo todo eso y leyendo, yendo al cine, etc. Y organizando todas esas ideas de un modo que siempre fue poco convencional (una vez también escribí sobre eso, sobre ser rara, aquí).
Todo eso a veces fue muy lindo, y muy útil, pero era disgregado... Y cuando estuve en el escenario, todo se unió y se hizo potente y, en términos de hacer, me dio la sensación de plenitud.
Considerando lo expuesto, creo que mi causa social podría ser ayudar a la gente a encontrar lo que las hace feliz, a través de enseñarles o acompañarlos a contar sus propias historias... Sé, en mi calidad de entrevistadora, lo bien que le hace a la gente contar, todo, ordenado... la liberación que eso provoca y las luces significativas que en general produce... y lo relevante que es a menudo para, por ejemplo, negociar...
Creo que soy buena escuchando y haciendo las preguntas claves para cada ocasión .. Creo que hacer algo así es mi misión en la vida. ¿Eso es una causa social?...
Si entendemos por ello un hacer propio que beneficie a otros, en algo trascendente y profundo,.. como encontrar la felicidad... creo que podemos convenir en que ayudar a encontrar y contar la historia personal de manera tal que revele aspectos importantes y que iluminen el camino de la vida... y eventualmente enseñarles a otros a contar sus propias historias las que quizá pueden cambiar diversas cosas, y todo lo vinculado a potenciar eso... creo que sí podría ser una causa social.
Ahora, me parece que lo estoy planteando como un efecto positivo de una profesión, como decir que ser médico o ingeniero es una causa social porque al final ayudan a las personas salvando la vida o construyendo puentes... O sea, entiendo que aquí no es hacer una contribución profesional a lo que se refiere lo "de causa social"...
Entonces... ¿No tengo causa social porque hago o trato de hacer algo bueno e importante para la humanidad pero eso no colabora con disminuir el hambre o la pobreza, y además sí espero dinero a cambio?...
Dada la reflexión anterior, significaría que el arte no se alinea con ser una causa social... Adoro el arte, tengo un diploma en el área... Y sí, es cierto desde cierta perspectiva que la plástica o el cine no ayudan directamente a la paz mundial. Pero creo que sí lo hacen indirectamente. Mostrando, materializando lo que le pasa al alma...
O sea, que, quizá, pueden haber causas sociales más indirectas, las que llamaremos de segundo orden por decirles de alguna manera, y serían las que se abocan a liberar al alma... como la sicología, la danza, la música y el arte en general. Contar historias (y relacionados) estaría en esa categoría, creo.
Y sí, me gustaría remuneración por ello. Cuando se puede. Pero un médico o un abogado también... y a veces hacen su labor gratis... ¿sólo ahí es social?... Dicen que ayuda pro bono es social. Por ende lo social estaría vinculado a hacer algo bueno por otros, como una profesión,pero gratis.
Entonces, ayudar a la gente a la búsqueda de la felicidad vía contar historias (o ayudar a encontrar y contar sus propias historias), sería algo social como una profesión, si convenimos que es importante, trascendente y que aporta a la humanidad. Y como muchas profesiones, también me gustaría recibir dinero a cambio. Pero cuando eso pasa, no es causa social, es trabajo.
Lo que no anula, que cuando ha sido pertinente y posible, he usado mi talento para ayudar a otros, muchas veces y sin mediar dinero, pero no lo he hecho de forma sistemática... Han sido momentos aleatorios. Ahora los profesionales que hacen cosas pro bono, tampoco lo hacen siempre sistemáticamente...
Sé que hay voluntariados para contar a enfermos, imagino que también a niños o a personas mayores, o a ciegos... por alguna razón, supongo que por mi propia precariedad, no me he abocado en esas actividades ni he buscado otras relacionadas. Pero creo que lo haré. Cuando esté más empoderada de este nuevo descubrimiento de hacer personal, lo haré.
Entonces, ayudar a la gente a la búsqueda de la felicidad vía contar historias (o ayudar a encontrar y contar sus propias historias), sería algo social como una profesión, si convenimos que es importante, trascendente y que aporta a la humanidad. Y como muchas profesiones, también me gustaría recibir dinero a cambio. Pero cuando eso pasa, no es causa social, es trabajo.
Lo que no anula, que cuando ha sido pertinente y posible, he usado mi talento para ayudar a otros, muchas veces y sin mediar dinero, pero no lo he hecho de forma sistemática... Han sido momentos aleatorios. Ahora los profesionales que hacen cosas pro bono, tampoco lo hacen siempre sistemáticamente...
Sé que hay voluntariados para contar a enfermos, imagino que también a niños o a personas mayores, o a ciegos... por alguna razón, supongo que por mi propia precariedad, no me he abocado en esas actividades ni he buscado otras relacionadas. Pero creo que lo haré. Cuando esté más empoderada de este nuevo descubrimiento de hacer personal, lo haré.
En resumen, sí tengo una potencial causa social, contar historias y aspectos vinculados, que no ayudan directamente a disminuir las carencias materiales pero sí muchas veces al alma, así que les llamo causas sociales de segundo orden. Y por ahora este hacer más que causa social está más cercano a ser o convertirse en un oficio, no voluntario, sino con anhelos de remuneración. Pero sí tiene puede ser parte de una causa social, al menos a veces (que yo haga parte de lo que haga sin mediar dinero).
Habiendo clarificado esto, tras esta larga disquisición, me parece que estoy en condiciones de realizar la tarea "El Mapa de la vida".
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